SOLIDARIDAD

La situación de crisis que estamos viviendo a nivel mundial ha acentuado las fragilidades de muchas economías y las dificultades que tienen numerosas personas, no ya para mantener el nivel de vida que tenían, sino también para llegar con mínima solvencia a final de mes.
Así, se hace necesario que se pongan en práctica acciones solidarias, impulsadas desde las instituciones, para posibilitar que estas personas afronten el día a día con unos mínimos niveles de dignidad. Eso parece evidente.
Estar parado/a, tener obligaciones que no se pueden afrontar, ser responsable de la vida de otras personas y no poder cumplir con ese compromiso, etc., es una situación, en general, difícil de sobrellevar por cualquier persona; pero la cultura de la subvención sin más tampoco beneficia.
Siempre me ha parecido que sí es necesario ser solidario, un valor que hay que promover desde todos los ámbitos de la vida, pero todos debemos serlo: los que trabajamos y los que no.
Por ello, yo, que tengo una nómina en la que me figura una retención mensual entorno al dieciocho por ciento, espero que los receptores de las subvenciones sean solidarios también, de alguna manera, con quienes llevamos más de veinte años contribuyendo sin pausa, en la medida de nuestras posibilidades, a que haya alguna vivienda de protección oficial, sanidad universal, educación gratuita, carreteras, parques, su “paga” a final de mes, etc.
Las instituciones que propician las subvenciones a quienes se han quedado sin trabajo deben arbitrar las medidas para que los receptores de las mismas también favorezcan los intereses generales, colaborando de alguna manera, con el bien común. Tareas por hacer hay, muchísimas…