ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

27 diciembre, 2007

PROVOCAR

En el diccionario de la RAE podemos encontrar tres acepciones del vocablo “provocar”:
1ª.- Incitar, inducir a alguien a que ejecute algo.

2ª.- Irritar o estimular a alguien con palabras u obras para que se enoje.
3ª.- Intentar excitar el deseo sexual en alguien.
Una vez más, las declaraciones de un miembro de la Iglesia Católica, el Obispo de la Diócesis Nivariense de Tenerife, Don Bernardo Álvarez, son una auténtica provocación, en este caso, encuadradas en la segunda acepción.
El mencionado prelado concedió al diario “La Opinión de Tenerife” unas declaraciones que se publicaron el pasado lunes, y que han saltado a las páginas de muchos otros diarios nacionales por el contenido de las mismas. Aunque, bien es cierto, como en tantas otras ocasiones, aparece un tercero a hacernos creer que donde aquel dijo “Diego”, quiso decir “digo”.
Veamos algunos ejemplos de provocación y/o contradicción:
Hablando del aumento de las bodas civiles sobre las religiosas, éste precisa que muchas de las bodas civiles son segundas o terceras bodas, y si ya hubo una boda canónica y una separación, la nueva boda ya no puede ser canónica. Sin embargo, más adelante añade que “la gente a la hora de casarse sabe que el matrimonio en la Iglesia es para toda la vida y, por tanto, no quieren correr el riesgo hasta estar muy seguros”. ¿Es para toda la vida al mismo tiempo que se admite que hay separaciones y segundas o terceras bodas de este mismo colectivo?
En segundo lugar se le pregunta por lo divorcios, y el Obispo cree que en Canarias se frivoliza con un tema tan serio, la gente llega a casarse sin la conciencia y la responsabilidad que ello implica. ¡Estupendo!. Si la gente se divorcia, entre otras razones por las por él expuestas ¿qué conciencia se tiene cuando se hace la primera comunión, o cuando se confirma?
Claro, la solución no es el divorcio, y mucho menos el “divorcio exprés”; la solución es incrementar nuestra escasa capacidad de sufrimiento y ampliar nuestro sacrificio durante toda la vida.
Respecto al profesorado de religión, y sus famosos despidos, aclara que ellos no despiden, sino que no renuevan la misión, dejando bien a las claras qué papel juega el profesorado de religión en los centros públicos. Remata la intervención con que “esto está regulado de una forma muy especial, que es difícil de compaginar con los derechos de los trabajadores”, asunto éste que debería darse a conocer a todas las personas que se presten a estas “misiones”, para que luego no reclamen en los tribunales derechos laborales.
Después del no, pero sí, respecto a la emisora en la que la Iglesia controla la mayoría del accionariado, se le pregunta por la homosexualidad. Al respecto asegura que “no es políticamente correcto decir que es una enfermedad, una carencia, una deformación de la naturaleza propia del ser humano”, mostrándose convencido de que a ala larga pagaremos las consecuencias, como las han pagado otras civilizaciones. ¿Esto qué quiere decir? ¿Quiere decir que atajamos el problema o la homosexualidad crecerá exponencialmente? ¿Llegará a ponerse de moda y las próximas generaciones la elegirán?
Pero no crean que está todo dicho. La guinda se la reserva para el final, que transcribo textualmente:
“¿Hay que orientar la sexualidad? (Le pregunta la periodista)

No se puede dejar a las personas libradas a lo que salga, ¿por qué no hacemos lo mismo con la violencia o con otros impulsos que tiene el ser humano? Además, sólo un 6% de los homosexuales se deben a cuestiones biológicas. No hay que confundir la homosexualidad como necesidad existencial de una persona, con la que es practicada como vicio. La persona practica como puede practicar el abuso de menores. Lo hace porque le atrae la novedad, una forma de sexualidad distinta.
La diferencia entre una relación homosexual y un abuso está clara.
Por supuesto. Pero, ¿por qué el abusador de menores es enfermo?
Para empezar, un abuso es una relación no consentida.
Puede haber menores que sí lo consientan y, de hecho, los hay. Hay adolescentes de 13 años que son menores y están perfectamente de acuerdo y, además, deseándolo. Incluso si te descuidas te provocan. Esto de la sexualidad es algo más complejo de lo que parece”.

Sin comentarios.
Sólo tenemos un problema y una duda. El problema es que a estas personas se les confiere la misma preparación, y la misma autoridad, para tratar los asuntos religiosos y los asuntos de nuestra sociedad, sea cuales sean éstos: sexuales, políticos, económicos, relacionados con el terrorismo, sanitarios, biológicos, médicos, de investigación, etc., etc.
La duda no puede ser otra sino la que nos asalta al pensar que si los temas “del otro mundo” son tratados con el mismo rigor, con la misma credibilidad, con la tratan los problemas de nuestra sociedad, vamos listos.
Toda “la provocación” la tienes aquí.


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