SE BUSCA DIRECTOR/A
Leo en Vida de Profesor que no le gusta los estilos de dirección escolar que dominan el mundo educativo en el que trabajamos, a mí tampoco. Pero quiero acogerme a las excepciones que hay para reivindicar un modelo diferente dentro de nuestro marco, sin tener que recurrir a copiar alguno del exterior como el que se menciona.
Efectivamente, la mayoría confunde los términos, porque una cosa es esforzarte desde la dirección por tener un clima de trabajo amigable, y otra es que todos seamos amiguetes, con independencia de los resultados de nuestra práctica laboral.
Creo que hay algunos otros “detalles” que hacen lamentable este estilo; el primero, es el de ese director/a que está todo el día en el despacho, hasta el punto de que ha llegado a perder todo tipo de contacto con la realidad, el alumnado no lo conoce, el profesorado no se atreve a entrar en su habitáculo porque, poco menos, hay que pedir hora a la secretaria.
Luego está el/la que asume todas las funciones y decisiones del centro, hasta casi “robar” las competencias de los otros miembros de su equipo y a las de los órganos colegiados del instituto. Este modelo acaba cometiendo fallos garrafales y, bien por miedo o por soberbia, consigue neutralizar y anular la vida democrática del instituto porque el único discurso es el suyo: monólogo permanente.
¿Y el profesorado cómo está? Pues, en general, contento porque a cambio de que él haga y deshaga a su antojo, a ellos se les tolera cierta relajación en sus obligaciones.
¿Y el alumnado? Pues está al margen de de cualquier debate, no se les tiene en cuenta y se quejan de que nadie se preocupa por ellos, sobre todo quienes vienen de otros centros acostumbrados a otro trato.
¿Y qué hay de las familias? No existen, salvo cuando sus hijos se portan mal en las aulas; entonces se les llama para echarles una reprimenda. Bueno, también se les llama para que vengan a recoger las notas, pero no existe con ellas la relación necesaria para mejorar los procesos educativos del alumnado.
Por último, he de destacar al que se lo ha creído; ese modelo al que le preocupa bien poco cómo estén sus compañeros/as de claustro, a los que en determinados momentos ha llegado a utilizar para salir airoso/a de alguna situación adversa y a quienes se deja en la estacada si sus circunstancias lo aconsejan.
¿Por qué tenemos tan malas sensaciones de estas direcciones escolares? Porque les falta iniciativa para superar las dificultades que una realidad tan cambiante como la educativa presenta cada día; porque les falta independencia del poder político para exigir formación y márgenes de maniobra dentro de sus centros educativos; porque les falta liderazgo para conseguir que la comunidad educativa se sume a su proyecto de dirección, cuando ésta lo conoce, claro; porque les falta autoridad, les falta más autoridad que poder; y porque a estos directores les falta asumir que tenemos que trabajar en equipo, y donde primero tienen que demostrarlo es con su propio equipo directivo.
La mayor preocupación de los equipos directivos, y no sólo de su director/a, debe ser lograr que el profesorado marque diferencias significativas con cada uno de sus alumnos; intentar obtener el máximo provecho del potencial existente en cada uno de los trabajadores/as del centro, para lo que es necesario un clima de trabajo amigable; que se gane, con su trabajo diario, al asumir todos los problemas del centro, la autoridad y el respeto de la comunidad educativa y de la administración; un equipo que tiene una idea clara de futuro y trabaja en esa dirección, no sólo en la gestión (¿improvisación?) diaria.
Así que debemos acabar con ese estilo de dirección que se ha instalado en la autocomplacencia, rememorando continuamente éxitos del pasado, demostrando una incapacidad solemne para afrontar los nuevos retos o incluso para ver que el escenario ha cambiado.
Ésta no es una transgresión mayor que la que ellos/as cometen.
Efectivamente, la mayoría confunde los términos, porque una cosa es esforzarte desde la dirección por tener un clima de trabajo amigable, y otra es que todos seamos amiguetes, con independencia de los resultados de nuestra práctica laboral.
Creo que hay algunos otros “detalles” que hacen lamentable este estilo; el primero, es el de ese director/a que está todo el día en el despacho, hasta el punto de que ha llegado a perder todo tipo de contacto con la realidad, el alumnado no lo conoce, el profesorado no se atreve a entrar en su habitáculo porque, poco menos, hay que pedir hora a la secretaria.
Luego está el/la que asume todas las funciones y decisiones del centro, hasta casi “robar” las competencias de los otros miembros de su equipo y a las de los órganos colegiados del instituto. Este modelo acaba cometiendo fallos garrafales y, bien por miedo o por soberbia, consigue neutralizar y anular la vida democrática del instituto porque el único discurso es el suyo: monólogo permanente.
¿Y el profesorado cómo está? Pues, en general, contento porque a cambio de que él haga y deshaga a su antojo, a ellos se les tolera cierta relajación en sus obligaciones.
¿Y el alumnado? Pues está al margen de de cualquier debate, no se les tiene en cuenta y se quejan de que nadie se preocupa por ellos, sobre todo quienes vienen de otros centros acostumbrados a otro trato.
¿Y qué hay de las familias? No existen, salvo cuando sus hijos se portan mal en las aulas; entonces se les llama para echarles una reprimenda. Bueno, también se les llama para que vengan a recoger las notas, pero no existe con ellas la relación necesaria para mejorar los procesos educativos del alumnado.
Por último, he de destacar al que se lo ha creído; ese modelo al que le preocupa bien poco cómo estén sus compañeros/as de claustro, a los que en determinados momentos ha llegado a utilizar para salir airoso/a de alguna situación adversa y a quienes se deja en la estacada si sus circunstancias lo aconsejan.
¿Por qué tenemos tan malas sensaciones de estas direcciones escolares? Porque les falta iniciativa para superar las dificultades que una realidad tan cambiante como la educativa presenta cada día; porque les falta independencia del poder político para exigir formación y márgenes de maniobra dentro de sus centros educativos; porque les falta liderazgo para conseguir que la comunidad educativa se sume a su proyecto de dirección, cuando ésta lo conoce, claro; porque les falta autoridad, les falta más autoridad que poder; y porque a estos directores les falta asumir que tenemos que trabajar en equipo, y donde primero tienen que demostrarlo es con su propio equipo directivo.
La mayor preocupación de los equipos directivos, y no sólo de su director/a, debe ser lograr que el profesorado marque diferencias significativas con cada uno de sus alumnos; intentar obtener el máximo provecho del potencial existente en cada uno de los trabajadores/as del centro, para lo que es necesario un clima de trabajo amigable; que se gane, con su trabajo diario, al asumir todos los problemas del centro, la autoridad y el respeto de la comunidad educativa y de la administración; un equipo que tiene una idea clara de futuro y trabaja en esa dirección, no sólo en la gestión (¿improvisación?) diaria.
Así que debemos acabar con ese estilo de dirección que se ha instalado en la autocomplacencia, rememorando continuamente éxitos del pasado, demostrando una incapacidad solemne para afrontar los nuevos retos o incluso para ver que el escenario ha cambiado.
Ésta no es una transgresión mayor que la que ellos/as cometen.
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home