UN DICTADOR SIN JUZGAR
"El Hospital Militar de Santiago comunica el sensible fallecimiento del ex presidente de la República y ex comandante en jefe del Ejército, general Augusto Pinochet Ugarte”. Este es parte del escueto texto hecho público hoy por el Hospital Militar en el que el ex dictador se encontraba internado.
A Pinochet le quedaban aún decenas de simpatizantes que lloran amargamente en las afueras del hospital por su muerte, mientras que la gran mayoría del pueblo chileno estará viviendo una sensación contradictoria: de relativa alegría porque se cierra una de las páginas más oscuras de su historia, y de cierta rabia porque se cierra sin que el dictador haya sido juzgado.
Este siniestro personaje, que llegó al poder después de dar un golpe de estado contra el Presidente democrático Salvador Allende en 1973, tuvo dos momentos diferenciados desde que acabó con el sistema democrático: en la primera etapa, que duró hasta 1990 cuando entregó el poder al Presidente electo Patricio Aylwin Azócar, en la que muestra su lado más sanguinario, son diecisiete años de terror, sin respeto alguno por los Derechos Humanos y con una larga lista de crímenes bajo su responsabilidad; y, la segunda, desde 1990 hasta el día de hoy, que se caracteriza por la cantidad de juicios que tuvo que afrontar y las artimañas que se buscó para eludirlos, un ocaso de dieciséis años que ha estado además salpicado por las noticias que nos muestran cantidad de casos de presunta corrupción económica.
Un personaje de esta calaña, que admiraba a Franco, no merece ni una línea más.
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