LÍBANO
Parece que nuevamente se juega la partida en territorio libanés, si es que alguna vez se dejó de jugar. Algunos acontecimientos recientes fuerzan a que las fichas se sigan moviendo; sin pretender hacer un repaso histórico de los hechos reales que el país ha tenido que vivir, sí es oportuno recordar, al menos, algunos de ellos.
Líbano, que en muchas ocasiones se ha puesto como ejemplo de convivencia pacífica entre diferentes culturas, vivió una guerra civil entre 1975 y 1990, que asoló al país por completo. En 1976, con la intención de apaciguar ese conflicto, Siria desplaza soldados a Líbano, manteniéndolos hasta abril de 2005, cuando abandonaron el valle de la Beca. Por tanto, ha habido veintinueve años de presencia Siria en Líbano.
Por otro lado, es de destacar las ásperas relaciones que este país ha mantenido con su vecino del sur, Israel, que también ha ocupado parte del territorio libanés hasta el año dos mil que lo abandonó, después de más de veinte años de ocupación.
Como comprobamos a simple vista, la situación no es fácil, sólo con estos antecedentes. Sin embargo, ha empeorado con algunos desgraciados incidentes. El primero a destacar es el asesinato del ex Primer Ministro de Líbano, Rafic Hariri, cuando estalló un coche bomba al paso de su convoy en pleno centro de Beirut. Hariri era un multimillonario de origen humilde que, según todos los analistas, había perdido su pulso con Siria, lo que le forzó a abandonar el Gobierno en octubre de 2004. Por ello, todos miran a Siria y la acusan de estar detrás del asesinato del ex Primer Ministro.
En la actualidad, el gobierno libanés está presidido por Fuad Saniora, un suní moderado respaldado por EEUU, pero que no cuenta con un Estado fuerte, tal como se pudo comprobar el pasado verano durante la guerra que Israel libró en el sur del país, que se convirtió en un enfrentamiento directo entre el ejército israelí y las milicias de Hisbulá, lideradas por Hassan Nasrala y de religión chií.
Hizbulá parece haber salido fortalecida de su enfrentamiento con Israel, por lo que desde el exterior parece seguir contando con el apoyo de Siria e Irán, tanto estratégica como económicamente, lo que al mismo tiempo le ha supuesto un fortalecimiento interno, aumentando así su capacidad de influencia en la sociedad y en la política libanesa. De hecho, todos recordamos las imágenes, pocos días después del alto el fuego con Israel, en las que los activistas de Hizbulá entregaban grandes sumas dinero a los libaneses, como ayuda para alimentos, vivienda, etc., y lo hicieron con mucha mayor diligencia que el propio gobierno de Líbano.
El 21 de noviembre pasado fue asesinado el Ministro de Industria y mano derecha de Fuad Saniora, Pierre Gemayel, un cristiano maronita hijo del ex presidente libanés Amin Gemayel, quien se había manifestado a favor de que se creara un tribunal internacional que juzgara el asesinato de Hariri; por ello, y por declararse contrario las influencias de Siria en su país, el asesinato de Gemayel es atribuido a los mismos que mataron a Hariri.
Por último, el gobierno libanés aprueba la creación de aquel tribunal internacional que investigue el asesinato de Hariri, que, al parecer cuenta con el apoyo de Hizbulá, siempre y cuando se haga dentro del respeto a los mecanismos constitucionales. A pesar de todo, los chiís de Hizbulá inician una serie de manifestaciones y movilizaciones con las que pretenden presionar a Saniora para que abandone un Gobierno compuesto mayoritariamente por políticos suníes, cristianos y drusos, que llegó al poder después del asesinato de Hariri.
Esta estrategia de tensión que Hizbulá parece estar poniendo en práctica, comenzó después de lo que ellos llaman “victoria divina” sobre Israel el verano pasado, continuó después con la retirada de sus seis ministros del gobierno de Saniora, que agudiza aún más su debilidad con la muerte de Gemayel, y continúa con estas movilizaciones. Así, Nasrala acusa a Saniora de estar en un Gobierno que no representa el credo mayoritario de Líbano.
Como se ve, el movimiento de cada ficha allí tiene una trascendencia muy importante, no sólo para el país, sino también para la zona e, incluso, para la geopolítica internacional. Mucho más después de la guerra con Israel, que ha supuesto un afloramiento de las tensiones en Oriente Medio y que, dentro de los planes de paz, se hayan desplazado a Líbano diferentes contingentes de tropas internacionales, entre ellas un contingente español.
Esperemos que lo que se ha iniciado como un enfrentamiento político al uso, no termine convirtiéndose en un nuevo conflicto sectario que desestabilice aún más la zona, genere más muerte y destrucción a esa población y añada más tensión a la política internacional, de por sí bastante convulsa.
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