KALE BORROKA EN IRAK
El portavoz del Partido Popular en la Comisión de Exteriores del Congreso, Don Gustavo de Arístegui, ha sido el encargado de comentar para los medios de comunicación las manifestaciones que en todo el mundo se convocaron ayer con motivo del cuarto aniversario de la guerra en Irak.
En concreto, dijo que la guerra es un asunto rancio, en la medida que la guerra terminó en abril de 2003, aunque cree que es verdad que hay problemas serios de seguridad y de estabilidad, pero no son insolubles, y cree, francamente, que el mundo está mejor sin un monstruo como Sadam Hussein.
En estas escuetas cuatro líneas encontramos, a su vez, cuatro asuntos dignos de comentario:
1.- La Real Academia de la Lengua define “rancio” como aquello que “se dice de las cosas antiguas y de las personas apegadas a ellas”. Que un caballero con responsabilidades y aspiraciones políticas como las que él tiene, diga que la guerra de Irak es un asunto antiguo, merece ser descalificado sine die. Cómo se atreve a decir que es rancio cuando cientos de personas mueren cada día en las calles de Irak, cuando le ha costado recientemente al Presidente Bush perder las últimas elecciones, cuando el tema de Irak está en el debate internacional cada día, y cuando, muy probablemente, sea la causa principal por la que los republicanos tengan muchas dificultades para que su candidato a Presidente de EE UU sea elegido. Es incomprensible.
2.- Dice el Sr. Arístegui que la guerra en Irak ya terminó. Este inaceptable eufemismo sólo pretende suavizar la cruda situación que vive aquella población, para eximirse entre ellos de la responsabilidad que en ella tienen los diputados de su partido que rompieron con un sonoro aplauso cuando en el Congreso decidieron apoyar la intervención militar norteamericana en Irak. Ni la guerra ha terminado, que más quisieran los iraquíes, ni los populares dejen de tener responsabilidades en aquella desastrosa situación.
3.- En Irak, dice el Sr. Portavoz, hay problemas de seguridad y de estabilidad pero no son insolubles. Ya lo está llamando a Washington el Pentágono para que le exponga lo que piensa para afirmar que no son insolubles los gravísimos problemas que allí hay. ¡Qué manera más alegre de hablar! Es, realmente, increíble. El asunto que está desestabilizando notablemente toda la política en Oriente, y en el mundo, donde los EE UU están ahora mismo atascados, que les está costando muchísimos millones de dólares y miles de vidas humanas, el Sr. Arístegui cree que es un asunto soluble. ¡Cuánta objetividad en su análisis! ¡Cuánta profundidad y contundencia en su argumentación! Inaceptable.
4.- Puede ser cierto que el mundo esté mejor sin monstruos, muchas personas pueden estar mejor ahora que cuando estaba Sadam Hussein, pero lo cierto es que ahora hay muchísimas personas, millones de personas, que están infinitamente peor que cuando estaba Sadam. Y lo que es peor aún: hay ciento de miles de personas que ya no están, y hay millones de familias destrozadas por la intervención militar que el Sr. Arístegui respaldó. En ese horror también él tiene su parte de responsabilidad.
Con este tipo de señores me asalta siempre un dilema: o son tontos, y por tanto no debemos depositar en ellos nuestra confianza, o, si nos creen tontos, entonces debemos repudiarlos.
En concreto, dijo que la guerra es un asunto rancio, en la medida que la guerra terminó en abril de 2003, aunque cree que es verdad que hay problemas serios de seguridad y de estabilidad, pero no son insolubles, y cree, francamente, que el mundo está mejor sin un monstruo como Sadam Hussein.
En estas escuetas cuatro líneas encontramos, a su vez, cuatro asuntos dignos de comentario:
1.- La Real Academia de la Lengua define “rancio” como aquello que “se dice de las cosas antiguas y de las personas apegadas a ellas”. Que un caballero con responsabilidades y aspiraciones políticas como las que él tiene, diga que la guerra de Irak es un asunto antiguo, merece ser descalificado sine die. Cómo se atreve a decir que es rancio cuando cientos de personas mueren cada día en las calles de Irak, cuando le ha costado recientemente al Presidente Bush perder las últimas elecciones, cuando el tema de Irak está en el debate internacional cada día, y cuando, muy probablemente, sea la causa principal por la que los republicanos tengan muchas dificultades para que su candidato a Presidente de EE UU sea elegido. Es incomprensible.
2.- Dice el Sr. Arístegui que la guerra en Irak ya terminó. Este inaceptable eufemismo sólo pretende suavizar la cruda situación que vive aquella población, para eximirse entre ellos de la responsabilidad que en ella tienen los diputados de su partido que rompieron con un sonoro aplauso cuando en el Congreso decidieron apoyar la intervención militar norteamericana en Irak. Ni la guerra ha terminado, que más quisieran los iraquíes, ni los populares dejen de tener responsabilidades en aquella desastrosa situación.
3.- En Irak, dice el Sr. Portavoz, hay problemas de seguridad y de estabilidad pero no son insolubles. Ya lo está llamando a Washington el Pentágono para que le exponga lo que piensa para afirmar que no son insolubles los gravísimos problemas que allí hay. ¡Qué manera más alegre de hablar! Es, realmente, increíble. El asunto que está desestabilizando notablemente toda la política en Oriente, y en el mundo, donde los EE UU están ahora mismo atascados, que les está costando muchísimos millones de dólares y miles de vidas humanas, el Sr. Arístegui cree que es un asunto soluble. ¡Cuánta objetividad en su análisis! ¡Cuánta profundidad y contundencia en su argumentación! Inaceptable.
4.- Puede ser cierto que el mundo esté mejor sin monstruos, muchas personas pueden estar mejor ahora que cuando estaba Sadam Hussein, pero lo cierto es que ahora hay muchísimas personas, millones de personas, que están infinitamente peor que cuando estaba Sadam. Y lo que es peor aún: hay ciento de miles de personas que ya no están, y hay millones de familias destrozadas por la intervención militar que el Sr. Arístegui respaldó. En ese horror también él tiene su parte de responsabilidad.
Con este tipo de señores me asalta siempre un dilema: o son tontos, y por tanto no debemos depositar en ellos nuestra confianza, o, si nos creen tontos, entonces debemos repudiarlos.
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