ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

15 marzo, 2007

Y “DIOS” SE HIZO CARGO PÚBLICO

Cualquier persona que sea representante público de un colectivo o institución, ostente cargo o no, debe ser claro/a en sus exposiciones y dar todas las explicaciones pertinentes, sobre todo las que está obligado/a a dar por ley. De esta máxima quedan excluidos algunos temas como los referentes a la seguridad, la intimidad de las personas o los asuntos sub iúdice, por poner algunos ejemplos. Más aún, en la mayoría de los casos, por respeto a las leyes y por higiene democrática del sistema, debe ser el propio cargo público quien comparezca ante el público general, o sus representantes, a explicar su gestión y sus planes de futuro, porque es ésta la única manera de ganar la confianza y el apoyo.
Además de la claridad y la obligación de la respuesta a la que está sometido el cargo, cualquier institución democrática reserva un espacio para la aportación enriquecedora y para la crítica constructiva.
Haría muy mal el colectivo si no tratara de enriquecer y fortalecer la gestión del cargo con sus aportaciones, y haría muy mal el cargo con endiosarse y mostrarse impermeable ante cualquier sugerencia para mejorar; también haría muy mal el colectivo en tener una actitud irresponsable (por acción o por omisión) que vaya en contra de los interese de todo el colectivo y haría muy mal el cargo si reaccionara a las sugerencias ( e incluso a las críticas) de manera airada, ofensiva, agresiva, recurriendo a la confusión y a la descalificación personal.
Por tanto, los cargos públicos tienen, en primer lugar, que respetar todas las leyes que le sean de aplicación, y, como consecuencia de ello, explicar su gestión, sus decisiones, sus objetivos de mejora, y, por último, escuchar las sugerencias que puedan hacer mejorar al colectivo.
Determinados cargos en este país tienden a perpetuarse en el puesto y eso les lleva a alejarse de los representados, salvo de su cohorte de aduladores/as, que son responsables directos de su endiosamiento y de su alejamiento de la realidad.
A partir de aquí, todo empeora: no se analiza la gestión, no se sabe cuales son los objetivos, ¡claro, porque los “dioses” no necesitan caer tan bajo!, la eficacia del colectivo disminuye y los resultados empeoran.
El endiosamiento hace ineficaz el sistema, porque obliga a que todo esté controlado por “dios”, nadie habla porque sólo “dios” tiene la palabra, nadie hace aportaciones porque la omnipotencia de “dios” le hace disponer de las mejores soluciones, nadie delibera porque semejante indignidad supone cuestionarse su infinita sapiencia y bondad, se suspenden reuniones programadas porque “dios” está en otro lugar y nadie osa representarlo. Total: el colapso.
Los “dioses”, además de poco democráticos, consiguen anular todas las iniciativas de quienes le rodean, evidentemente, porque si admiten sugerencias de quienes colaboran, pierden el carácter “divino”.
Por último, entiendo que un “dios” en un cargo es un despilfarro. Ellos deben estar destinados, exclusivamente, a los asuntos de otro mundo, no podemos permitirnos que malgasten su inmenso poder centrándose en asuntos mundanos, en pequeñeces.
Así que los “dioses”, por muchas razones, deben dimitir de los cargos públicos, para que todos dejemos de sufrir.