PERDER EL JUICIO
Parece imposible abstenerse de hacer comentarios sobre el macro juicio en el que se juzga a los presuntos autores y colaboradores de los atentados del once de marzo de dos mil cuatro en Madrid. De hecho, parece haber total unanimidad a la hora de calificar este juicio como el más importante de todos los que se han celebrado en este país. Y es importante porque afecta a los implicados en el mayor ataque terrorista que ha tenido lugar en Europa, porque debe hacer justicia con todas las víctimas que lo sufrieron, porque hay muchísimas personas imputadas de diversa manera en él, porque se pide para esos imputados muchos miles de años de cárcel, porque ha supuesto un enorme trabajo para el juez instructor, los fiscales, y los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, etc.
Sin embargo, a pesar de la complejidad, hemos visto cómo un sector de la sociedad, con los políticos y medios de comunicación a la cabeza, se han cebado con el juez y con la fiscal del caso, dejando constancia, siempre que podían, de que la instrucción del expediente estaba mal hecha. Incluso, a pesar de que la Audiencia Nacional, antes de iniciarse la vista oral del juicio, consideró que el expediente del juez instructor es correcto.
Ahora, cuando la opinión pública ha visto el volumen de trabajo y la cantidad de miles de folios que constituyen el sumario, ha disminuido la acusación de que el expediente está mal instruido, para centrar las especulaciones en otras pequeñas lagunas que puede tener el sumario, aspectos que no están aún claros.
Con independencia de la sentencia que se dicte al respecto, dado nuestro Estado de Derecho, está ya claro que este país es un ejemplo internacional en la eficacia de los cuerpos de seguridad del Estado y en las garantías del Estado de Derecho. Aquí no hay cárceles secretas, campos de concentración, detenidos sin asistencia letrada, malos tratos a los implicados, leyes de excepción, etc., sólo el imperio de las leyes vigentes.
Esta situación, que debería ser un motivo para ir con la cabeza alta a nivel internacional, sigue siendo atacada por aquel sector de la sociedad, con sus políticos y periodistas marcando el paso, con el intento sacar beneficio político de las muertes.
De nuevo, vemos que el fin justifica los medios. Todo es válido para llegar al poder, incluso desprestigiar y debilitar el Estado. Esto ya pasó, ya lo hemos vivido, y vuelve a repetirse. ¿Han perdido el juicio?
Sin embargo, a pesar de la complejidad, hemos visto cómo un sector de la sociedad, con los políticos y medios de comunicación a la cabeza, se han cebado con el juez y con la fiscal del caso, dejando constancia, siempre que podían, de que la instrucción del expediente estaba mal hecha. Incluso, a pesar de que la Audiencia Nacional, antes de iniciarse la vista oral del juicio, consideró que el expediente del juez instructor es correcto.
Ahora, cuando la opinión pública ha visto el volumen de trabajo y la cantidad de miles de folios que constituyen el sumario, ha disminuido la acusación de que el expediente está mal instruido, para centrar las especulaciones en otras pequeñas lagunas que puede tener el sumario, aspectos que no están aún claros.
Con independencia de la sentencia que se dicte al respecto, dado nuestro Estado de Derecho, está ya claro que este país es un ejemplo internacional en la eficacia de los cuerpos de seguridad del Estado y en las garantías del Estado de Derecho. Aquí no hay cárceles secretas, campos de concentración, detenidos sin asistencia letrada, malos tratos a los implicados, leyes de excepción, etc., sólo el imperio de las leyes vigentes.
Esta situación, que debería ser un motivo para ir con la cabeza alta a nivel internacional, sigue siendo atacada por aquel sector de la sociedad, con sus políticos y periodistas marcando el paso, con el intento sacar beneficio político de las muertes.
De nuevo, vemos que el fin justifica los medios. Todo es válido para llegar al poder, incluso desprestigiar y debilitar el Estado. Esto ya pasó, ya lo hemos vivido, y vuelve a repetirse. ¿Han perdido el juicio?
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