VÍCTIMAS DE PARTIDO
Es un hecho innegable que víctimas ha habido siempre a lo largo de la Historia. Cada una lo ha sido, o lo es, por diversas razones, y en todas ellas, seguro, aparecen los mismos sentimientos: los comprensibles.
Si a una víctima le matan a un ser querido, pongamos por ejemplo a un hijo, lo que esa víctima desea es que el asesino de su hijo desaparezca de la faz de la Tierra para siempre. Sin embargo, siempre han sido terceras personas las que han decidido sobre las medidas a adoptar contra el asesino y a favor de la víctima. Nunca ha sido la víctima la que ha tomado la decisión, puesto que su implicación emocional es tan elevada que, seguro y comprensiblemente, cometería otra injusticia.
En este sentido, podemos poner dos ejemplos que ilustran el argumento. El primero es que un docente no puede dar clase y evaluar a una familiar directo, puesto que se quiere preservar su objetividad en las calificaciones, presuponiéndose así que es muy difícil ser objetivo cuando se tiene que decidir sobre un familiar directo.
El segundo ejemplo es el de la recusación de un juez. Una de las partes tiene derecho a recusar a un juez que va a decidir sobre un litigio si esa parte entiende que el magistrado está previamente implicado, de alguna manera, en la causa sobre la que debe decidir. La recusación más sonada la tenemos estos días en el Tribunal Constitucional, en el que un juez ha sido recusado y no puede participar en las deliberaciones y decisiones sobre el Estatuto de Cataluña porque participó, de alguna manera, en la elaboración del mismo.
Con estos datos, y volviendo al tema de las víctimas, parece imposible que sea la víctima la que decida qué hacer. Es más, la ley lo impide. Y lo impide, no por capricho, sino por coherencia, por necesidad y en interés del bien de la mayoría de la sociedad.
Así, vemos cómo determinadas víctimas del terrorismo, de tantas como hay en este país, pretenden condicionar las medidas que se tomen en la lucha contra el terrorismo, y ello es contraproducente. No es bueno que las víctimas decidan qué hacer con los asesinos porque las víctimas desean, como dije antes, y en buena lógica, que los asesinos desaparezcan de la faz de la Tierra. De modo que, es muy probable y comprensible, cualquier medida que se tome contra el asesino les parezca leve. Los asesinos les han hecho tanto daño, les han roto la vida de tal manera, que cualquier cosa que le pase a los asesinos es poco comparado con su sufrimiento.
De modo que, entendiendo a las víctimas y a su sufrimiento, a su dolor, a su desgarro, a su desgracia, parece evidente que no están en condiciones de decidir ni de impartir justicia porque, repito, su implicación emocional es tan elevada que lo imposibilita. Así que a las víctimas hay que atenderlas como se merecen, pero deben alejarse de los ámbitos de decisión.
Otro trato diferente se merece quien, malintencionadamente, va corriendo al oído de la víctima a susurrarle que la decisión que se tomó en su causa le perjudica, es leve, no le ha tenido suficientemente en cuenta el daño que le han causado, etc.
Es esto lo que el Partido Popular y determinados medios de comunicación ha hecho con las víctimas del terrorismo de ETA durante los últimos años, que han pasado de estar olvidadas por la sociedad, a estar en primer línea de la política nacional, en cuanto a la lucha antiterrorista se refiere.
Y lo que es peor aún, el susurro no se hace con el corazón, porque de verdad se crea así, se hace por interés. En este caso, lo hace el Partido Popular no porque crea que se esté cometiendo una injusticia con las causas de las víctimas, sino que lo hace porque de ello quiere sacar beneficio político. Y eso es miserable.
Además, no se puede agitar estos sentimientos tan profundos, con el único fin de obtener ventaja política, basándose en engaños, confusiones, inexactitudes, mentiras, etc., porque la situación se puede descontrolar. Y eso es de una irresponsabilidad política alarmante.
Por último, no se puede montar este nivel de crispación, reflejado en la cantidad de manifestaciones que se han hecho en los últimos meses y en los debates, por la decisión que un gobierno adopta con un preso. El preso es la excusa. Así lo demuestran la cantidad de excusas que se han puesto en los últimos años, para todos los gustos: el pacto antiterrorista, Navarra, las mesas de partidos, el chantaje, la cesión a los terroristas, el miedo, la legalización de los violentos, etc.
Así, lo único claro es que, aún dentro de los errores que se pueden cometer o se han podido cometer por Gobiernos anteriores, el Partido Popular es el único que utiliza la lucha contra el terrorismo como arma arrojadiza contra el Gobierno de turno. Y si hiciera una recopilación sobre las barbaridades que sobre este tema se han dicho, algunos, aún sabiendo de la tan elevada escasez de vergüenza que tienen, aún esos, tendrían que dimitir.
Si a una víctima le matan a un ser querido, pongamos por ejemplo a un hijo, lo que esa víctima desea es que el asesino de su hijo desaparezca de la faz de la Tierra para siempre. Sin embargo, siempre han sido terceras personas las que han decidido sobre las medidas a adoptar contra el asesino y a favor de la víctima. Nunca ha sido la víctima la que ha tomado la decisión, puesto que su implicación emocional es tan elevada que, seguro y comprensiblemente, cometería otra injusticia.
En este sentido, podemos poner dos ejemplos que ilustran el argumento. El primero es que un docente no puede dar clase y evaluar a una familiar directo, puesto que se quiere preservar su objetividad en las calificaciones, presuponiéndose así que es muy difícil ser objetivo cuando se tiene que decidir sobre un familiar directo.
El segundo ejemplo es el de la recusación de un juez. Una de las partes tiene derecho a recusar a un juez que va a decidir sobre un litigio si esa parte entiende que el magistrado está previamente implicado, de alguna manera, en la causa sobre la que debe decidir. La recusación más sonada la tenemos estos días en el Tribunal Constitucional, en el que un juez ha sido recusado y no puede participar en las deliberaciones y decisiones sobre el Estatuto de Cataluña porque participó, de alguna manera, en la elaboración del mismo.
Con estos datos, y volviendo al tema de las víctimas, parece imposible que sea la víctima la que decida qué hacer. Es más, la ley lo impide. Y lo impide, no por capricho, sino por coherencia, por necesidad y en interés del bien de la mayoría de la sociedad.
Así, vemos cómo determinadas víctimas del terrorismo, de tantas como hay en este país, pretenden condicionar las medidas que se tomen en la lucha contra el terrorismo, y ello es contraproducente. No es bueno que las víctimas decidan qué hacer con los asesinos porque las víctimas desean, como dije antes, y en buena lógica, que los asesinos desaparezcan de la faz de la Tierra. De modo que, es muy probable y comprensible, cualquier medida que se tome contra el asesino les parezca leve. Los asesinos les han hecho tanto daño, les han roto la vida de tal manera, que cualquier cosa que le pase a los asesinos es poco comparado con su sufrimiento.
De modo que, entendiendo a las víctimas y a su sufrimiento, a su dolor, a su desgarro, a su desgracia, parece evidente que no están en condiciones de decidir ni de impartir justicia porque, repito, su implicación emocional es tan elevada que lo imposibilita. Así que a las víctimas hay que atenderlas como se merecen, pero deben alejarse de los ámbitos de decisión.
Otro trato diferente se merece quien, malintencionadamente, va corriendo al oído de la víctima a susurrarle que la decisión que se tomó en su causa le perjudica, es leve, no le ha tenido suficientemente en cuenta el daño que le han causado, etc.
Es esto lo que el Partido Popular y determinados medios de comunicación ha hecho con las víctimas del terrorismo de ETA durante los últimos años, que han pasado de estar olvidadas por la sociedad, a estar en primer línea de la política nacional, en cuanto a la lucha antiterrorista se refiere.
Y lo que es peor aún, el susurro no se hace con el corazón, porque de verdad se crea así, se hace por interés. En este caso, lo hace el Partido Popular no porque crea que se esté cometiendo una injusticia con las causas de las víctimas, sino que lo hace porque de ello quiere sacar beneficio político. Y eso es miserable.
Además, no se puede agitar estos sentimientos tan profundos, con el único fin de obtener ventaja política, basándose en engaños, confusiones, inexactitudes, mentiras, etc., porque la situación se puede descontrolar. Y eso es de una irresponsabilidad política alarmante.
Por último, no se puede montar este nivel de crispación, reflejado en la cantidad de manifestaciones que se han hecho en los últimos meses y en los debates, por la decisión que un gobierno adopta con un preso. El preso es la excusa. Así lo demuestran la cantidad de excusas que se han puesto en los últimos años, para todos los gustos: el pacto antiterrorista, Navarra, las mesas de partidos, el chantaje, la cesión a los terroristas, el miedo, la legalización de los violentos, etc.
Así, lo único claro es que, aún dentro de los errores que se pueden cometer o se han podido cometer por Gobiernos anteriores, el Partido Popular es el único que utiliza la lucha contra el terrorismo como arma arrojadiza contra el Gobierno de turno. Y si hiciera una recopilación sobre las barbaridades que sobre este tema se han dicho, algunos, aún sabiendo de la tan elevada escasez de vergüenza que tienen, aún esos, tendrían que dimitir.
1 Comments:
Me gusta tu Blog, me parece muy interesante. No me preocupan
los votos, me interesa más tu opinión sobre mi bitácora. Un saludo
http://laflordelapocalipsis.blogspot.com/
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