EXCELENTE MAL EJEMPLO
El ex Presidente del Gobierno ha vuelto a hablar, para pedir que le dejen beber en paz y ridiculizar las campañas de la DGT encaminadas a disminuir los accidentes mortales de tráfico. Añadió que no le gusta que le limiten la velocidad y lo que debe, o no, comer.
La prensa sensacionalista apenas habla de estas declaraciones, o las edulcora, la misma prensa que ha criticado despiadadamente algunas resoluciones judiciales que absolvían a conductores que habían sido denunciados por exceso de velocidad, la misma prensa que exigido más eficacia a la Administración en los trámites para restar los puntos perdidos por mala conducción.
Al ex Presidente no le gusta que le impongan límites, lo que le gusta es ponerlos. Por eso, el Tribunal Constitucional declaró contrario a la Carta Magna su “decretazo” de 2002, cuando tenía mayoría absoluta en el Parlamento, por el que intentó imponer de forma drástica reformas en el despido laboral y en la protección por desempleo.
Con lo que se relame “nuestro ex” es presentando recurso de inconstitucionalidad a las recientes leyes que amplían derechos de los ciudadanos, como es el caso de la que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo. Él pide que le dejen beber en paz mientras no haga daño a nadie, pero parece no estar dispuesto a permitir que cada cual conviva con quien quiera, construya el modelo de familia que quiera, y llame a esa relación como quiera.
En España murieron 3.699 personas por accidentes de tráfico durante el año 2006, frente a las 5.517 de 2001; además, este país ostenta el récord de proporción de accidentes de carretera por incidencia del alcohol, el 29,5% de conductores muertos por accidentes de tráfico habían sobrepasado el límite de 0,5 miligramos de alcohol permitido. A todo ello hay que sumar los accidentados graves, más de 20.000 el año pasado, que, por estos motivos, ven que sus vidas empeoran radicalmente.
La profundidad de su argumento es semejante a la de cualquier adolescente que discute con sus padres este tema del consumo de alcohol y su relación con las muertes por accidentes de tráfico, o la de cualquier borrachito de bar cuando el camarero ya no quiere servirle más copas. La única diferencia es que ha sido utilizado por quien nos gobernó, que ya pasó por la adolescencia, y para quien se pide respeto como ex Presidente. El respeto hay que ganárselo.
Quizá sea ésta la explicación: se ha dado a la bebida tranquila, no se si influenciado por el otro reconocido consumidor norteamericano o por “la Botella”. Luego, pasa lo que pasa, se envalentona, declara guerras en las que mueren cientos de miles de inocentes, se cree un auténtico líder mundial, se atreve a hablar ¿en inglés?, o depone estas intervenciones si se tropieza con un micrófono.
La prensa sensacionalista apenas habla de estas declaraciones, o las edulcora, la misma prensa que ha criticado despiadadamente algunas resoluciones judiciales que absolvían a conductores que habían sido denunciados por exceso de velocidad, la misma prensa que exigido más eficacia a la Administración en los trámites para restar los puntos perdidos por mala conducción.
Al ex Presidente no le gusta que le impongan límites, lo que le gusta es ponerlos. Por eso, el Tribunal Constitucional declaró contrario a la Carta Magna su “decretazo” de 2002, cuando tenía mayoría absoluta en el Parlamento, por el que intentó imponer de forma drástica reformas en el despido laboral y en la protección por desempleo.
Con lo que se relame “nuestro ex” es presentando recurso de inconstitucionalidad a las recientes leyes que amplían derechos de los ciudadanos, como es el caso de la que posibilita el matrimonio entre personas del mismo sexo. Él pide que le dejen beber en paz mientras no haga daño a nadie, pero parece no estar dispuesto a permitir que cada cual conviva con quien quiera, construya el modelo de familia que quiera, y llame a esa relación como quiera.
En España murieron 3.699 personas por accidentes de tráfico durante el año 2006, frente a las 5.517 de 2001; además, este país ostenta el récord de proporción de accidentes de carretera por incidencia del alcohol, el 29,5% de conductores muertos por accidentes de tráfico habían sobrepasado el límite de 0,5 miligramos de alcohol permitido. A todo ello hay que sumar los accidentados graves, más de 20.000 el año pasado, que, por estos motivos, ven que sus vidas empeoran radicalmente.
La profundidad de su argumento es semejante a la de cualquier adolescente que discute con sus padres este tema del consumo de alcohol y su relación con las muertes por accidentes de tráfico, o la de cualquier borrachito de bar cuando el camarero ya no quiere servirle más copas. La única diferencia es que ha sido utilizado por quien nos gobernó, que ya pasó por la adolescencia, y para quien se pide respeto como ex Presidente. El respeto hay que ganárselo.
Quizá sea ésta la explicación: se ha dado a la bebida tranquila, no se si influenciado por el otro reconocido consumidor norteamericano o por “la Botella”. Luego, pasa lo que pasa, se envalentona, declara guerras en las que mueren cientos de miles de inocentes, se cree un auténtico líder mundial, se atreve a hablar ¿en inglés?, o depone estas intervenciones si se tropieza con un micrófono.
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