POR UNA CULTURA DEMOCRÁTICA
La “Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida” ha divulgado un documento de seis puntos titulado “por una cultura de la vida”, en el que los Sres. Obispos publican sus reflexiones entorno a la vida.
Me permito hacer algunos comentarios a lo expresado en el documento.
1.- En el apartado 1º, titulado “Ante la situación actual de España”, se dice textualmente:
a) “los recientes cambios legislativos han llevado a que España tenga una de las legislaciones que menos protege la vida humana en el mundo entero”.
Se me escapa ahora mismo qué legislación reciente se ha publicado que lleve a los Sres. Obispos a mantener esta afirmación. En cualquier caso, decir que nuestro país es uno de los que menos protege la vida en el mundo, con la esperanza de vida que tenemos, con el problema de la emigración en otros países porque en los suyos se mueren, con el índice de mortandad infantil que existe, con los niveles de crímenes y asesinatos que se dan en tantos otros lugares, esta afirmación me parece una gran mentira.
b) “desde las instituciones se promueve la promiscuidad sexual con la falsa esperanza de que el preservativo o el recurso a la “píldora del día después” permitirán una práctica “segura” del sexo”.
Hablar así, genéricamente, lleva a pensar que todas las instituciones lo hacen, y si somos conscientes de la cantidad de instituciones que existen en un país democrático como el nuestro, gobernadas por gentes de todo tipo de tendencias políticas y religiosas, caemos en la cuenta de que esa afirmación es, cuando menos una inexactitud.
c) muestran su preocupación por “algunos temas que aparecen recurrentemente en los medios de comunicación que pueden llegar a anestesiar las conciencias. En particular, diversos grupos de presión y muchos medios de comunicación promueven la regulación legal del aborto libre y de la eutanasia”.
Si algo parece evidente es que ambos asuntos no están en los debates que esta sociedad está teniendo, aunque tampoco sabemos a qué grupos y medios se refieren los Sres. Obispos. Sinceramente, es una preocupación sin base alguna, puesto que no hay un debate social sobre esos dos temas; es más, parecen ser ellos los interesados en sacarlos a debate.
d) por último, afirmar que “tenemos que denunciar la extensión en nuestra sociedad de una verdadera ‘cultura de la muerte’” es, cuando menos, una exageración de tal magnitud que se desacredita por sí misma. Con lo sensible que está esta sociedad con la muerte, sobre todo con la muerte provocada, estas afirmaciones no parecen estar destinadas a denunciar determinados hechos, sino a provocar reacciones emocionales en la población que no están basadas en conducta alguna.
2.- El apartado 2º, que lleva el título de “Ayudar eficazmente a las madres”, contiene una afirmación que parece ser un punto de encuentro entre todas las sensibilidades que existen en una sociedad plural.
Dice, hablando de la mujer embarazada: “La sociedad tiene la responsabilidad de ofrecer a estas mujeres la posibilidad de elegir que su hijo llegue a nacer”.
Efectivamente, es bueno que se admita que tener o no tener un hijo/a es una elección, que nadie le puede imponer a la madre, y es ella la que debe elegir libremente qué hacer. Ahora bien, es deseable que si opta por tener a su hijo/a, la sociedad le debe ofrecer todas las posibilidades para que esta elección no sea su propia condena; es decir, se le debe garantizar a la madre que no perderá el trabajo por estar embarazada, que no tendrá que verse obligada a meterse en todo tipo de malos rollos por sentir la obligación de dar de come a un/a recién nacido/a, que no será estigmatizada por ser madre soltera, etc., etc.
3.- El tercer apartado, “Necesidad de conversión para generar una cultura de la vida”, parte de un supuesto discutible, que no voy a cuestionarme ahora, para ser una muestra más, otra muestra, de los Sres. Obispos critican a sus más fieles seguidores con la boca pequeña, mientras que convocan ruedas de prensa y/o asisten a manifestaciones cuando se trata de mostrar disconformidad con las posturas de quienes entendemos menos próximos.
En concreto me refiero a “Todos contribuimos a la cultura de la muerte cuando nos sometemos a la mentalidad consumista, cuando hacemos del poder, del dinero, del estatus o del éxito social, los criterios que rigen el valor de la vida humana”. Vale, si a eso se le quiere llamar “cultura de la muerte, vale; pero ese “todos” es muy injusto. Es injusto porque en nuestra sociedad hay mucha gente que no es consumista, ni tiene poder, ni tiene dinero, ni llega a fin de mes, ni tiene casa porque no puede pagársela, sino que tiene otros criterios que le dan valor a su vida.
Tengan la valentía de hacer esa crítica en una rueda de prensa, si fuera preciso, convoquen una manifestación para denunciar estos excesos de dinero, poder, consumo, etc., aunque sean los que marcas para ustedes la cruz que les da en la declaración del IRPF una parte de ese dinero.
La propuesta, que da título a este tercer apartado, es innecesaria, puesto que la mayor no se da: no está en riesgo la cultura de la vida.
4.- El apartado cuarto formula, a partir de la innecesaria propuesta anterior, dos acciones a realizar:
a) que quienes comparten estos puntos de vista lo reflejen en los partidos políticos y en las leyes que éstos promulgarían si llegaran al poder.
b) “En el campo del aborto y de la reproducción asistida, tenemos en España unas leyes que atentan contra la vida, y que por tanto tienen que ser abolidas”.
Seguramente será eso lo que se debe hacer: crear un partido político que, entre otras cosas, lleve en su programa estas propuestas: abolir la ley que despenaliza el aborto en determinados supuestos y, abolir también, las leyes que tímidamente protegen la investigación científica en este terreno. Si con este programa, ese partido ganara las elecciones, entonces estaría en condiciones de cambiar las leyes, mientras…
5.- En el quinto apartado, “La gravísima amenaza de la eutanasia”, se insiste en el tema que entiendo que se encuentra sin base en la que apoyarse: no hay debate social sobre la eutanasia. Sin embargo, cuando se habla de “la dignidad de la persona enferma”, es ahí donde se incide para respetar el deseo de cada cual, en la condiciones que se estimen pertinentes. Pero como “dignidad” no es un concepto biunívoco, entramos en el debate que entraría cualquier sociedad avanzada y respetuosa que se platee el tema de la eutanasia.
6.- En el último apartado, “Una acción decidida a favor de la vida”, vienen a pedir a sus fieles el voto para otro partido diferente al que ahora respalda al Gobierno de la nación. Afirman que “es cierto que la primera y más directa responsabilidad respecto de las leyes es de los políticos que las promueven, pero los ciudadanos tenemos la responsabilidad de no respaldar a quienes promueven leyes que atentan, de un modo u otro, contra el valor sagrado de la vida”.
Debatamos sobre esos ideales, sobre el respeto a la vida, sobre la dignidad, y sobre tantos otros asuntos que nos llevan a depositar nuestra confianza en un determinado representante político y no en otro. Debatamos sobre estos asuntos, que afectan directamente a nuestra calidad de vida, sin complejos, sin alejarnos del plano terrenal, sin querer dar lecciones sino exponiendo argumentos razonables, y respetemos la decisiones de las personas cuando van a votar. Si los debates fueras así, no haría falta que nos recordaran las “Orientaciones morales ante la situación actual de España”.
Más allá del escaso rigor del documento, como acabamos de demostrar, parece evidente que con él se continúa apostando por condicionar el debate político desde su propia óptica. Como nadie discute ese derecho, debemos asumir que todos/as tenemos derecho a expresar nuestros argumentos en todos los ámbitos, y a exigir que se promulguen y/o deroguen cuantas leyes o acuerdos estime la mayoría de esta sociedad que ya no procede mantener. De modo que un partido que gane las elecciones puede derogar las leyes que este documento menciona, con la misma autoridad que otro partido decida, en igualdad de condiciones, derogar o revisar otros documentos legales, como por ejemplo, el Concordato, la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública, los acuerdos sobre conciertos educativos, etc., etc.
Me permito hacer algunos comentarios a lo expresado en el documento.
1.- En el apartado 1º, titulado “Ante la situación actual de España”, se dice textualmente:
a) “los recientes cambios legislativos han llevado a que España tenga una de las legislaciones que menos protege la vida humana en el mundo entero”.
Se me escapa ahora mismo qué legislación reciente se ha publicado que lleve a los Sres. Obispos a mantener esta afirmación. En cualquier caso, decir que nuestro país es uno de los que menos protege la vida en el mundo, con la esperanza de vida que tenemos, con el problema de la emigración en otros países porque en los suyos se mueren, con el índice de mortandad infantil que existe, con los niveles de crímenes y asesinatos que se dan en tantos otros lugares, esta afirmación me parece una gran mentira.
b) “desde las instituciones se promueve la promiscuidad sexual con la falsa esperanza de que el preservativo o el recurso a la “píldora del día después” permitirán una práctica “segura” del sexo”.
Hablar así, genéricamente, lleva a pensar que todas las instituciones lo hacen, y si somos conscientes de la cantidad de instituciones que existen en un país democrático como el nuestro, gobernadas por gentes de todo tipo de tendencias políticas y religiosas, caemos en la cuenta de que esa afirmación es, cuando menos una inexactitud.
c) muestran su preocupación por “algunos temas que aparecen recurrentemente en los medios de comunicación que pueden llegar a anestesiar las conciencias. En particular, diversos grupos de presión y muchos medios de comunicación promueven la regulación legal del aborto libre y de la eutanasia”.
Si algo parece evidente es que ambos asuntos no están en los debates que esta sociedad está teniendo, aunque tampoco sabemos a qué grupos y medios se refieren los Sres. Obispos. Sinceramente, es una preocupación sin base alguna, puesto que no hay un debate social sobre esos dos temas; es más, parecen ser ellos los interesados en sacarlos a debate.
d) por último, afirmar que “tenemos que denunciar la extensión en nuestra sociedad de una verdadera ‘cultura de la muerte’” es, cuando menos, una exageración de tal magnitud que se desacredita por sí misma. Con lo sensible que está esta sociedad con la muerte, sobre todo con la muerte provocada, estas afirmaciones no parecen estar destinadas a denunciar determinados hechos, sino a provocar reacciones emocionales en la población que no están basadas en conducta alguna.
2.- El apartado 2º, que lleva el título de “Ayudar eficazmente a las madres”, contiene una afirmación que parece ser un punto de encuentro entre todas las sensibilidades que existen en una sociedad plural.
Dice, hablando de la mujer embarazada: “La sociedad tiene la responsabilidad de ofrecer a estas mujeres la posibilidad de elegir que su hijo llegue a nacer”.
Efectivamente, es bueno que se admita que tener o no tener un hijo/a es una elección, que nadie le puede imponer a la madre, y es ella la que debe elegir libremente qué hacer. Ahora bien, es deseable que si opta por tener a su hijo/a, la sociedad le debe ofrecer todas las posibilidades para que esta elección no sea su propia condena; es decir, se le debe garantizar a la madre que no perderá el trabajo por estar embarazada, que no tendrá que verse obligada a meterse en todo tipo de malos rollos por sentir la obligación de dar de come a un/a recién nacido/a, que no será estigmatizada por ser madre soltera, etc., etc.
3.- El tercer apartado, “Necesidad de conversión para generar una cultura de la vida”, parte de un supuesto discutible, que no voy a cuestionarme ahora, para ser una muestra más, otra muestra, de los Sres. Obispos critican a sus más fieles seguidores con la boca pequeña, mientras que convocan ruedas de prensa y/o asisten a manifestaciones cuando se trata de mostrar disconformidad con las posturas de quienes entendemos menos próximos.
En concreto me refiero a “Todos contribuimos a la cultura de la muerte cuando nos sometemos a la mentalidad consumista, cuando hacemos del poder, del dinero, del estatus o del éxito social, los criterios que rigen el valor de la vida humana”. Vale, si a eso se le quiere llamar “cultura de la muerte, vale; pero ese “todos” es muy injusto. Es injusto porque en nuestra sociedad hay mucha gente que no es consumista, ni tiene poder, ni tiene dinero, ni llega a fin de mes, ni tiene casa porque no puede pagársela, sino que tiene otros criterios que le dan valor a su vida.
Tengan la valentía de hacer esa crítica en una rueda de prensa, si fuera preciso, convoquen una manifestación para denunciar estos excesos de dinero, poder, consumo, etc., aunque sean los que marcas para ustedes la cruz que les da en la declaración del IRPF una parte de ese dinero.
La propuesta, que da título a este tercer apartado, es innecesaria, puesto que la mayor no se da: no está en riesgo la cultura de la vida.
4.- El apartado cuarto formula, a partir de la innecesaria propuesta anterior, dos acciones a realizar:
a) que quienes comparten estos puntos de vista lo reflejen en los partidos políticos y en las leyes que éstos promulgarían si llegaran al poder.
b) “En el campo del aborto y de la reproducción asistida, tenemos en España unas leyes que atentan contra la vida, y que por tanto tienen que ser abolidas”.
Seguramente será eso lo que se debe hacer: crear un partido político que, entre otras cosas, lleve en su programa estas propuestas: abolir la ley que despenaliza el aborto en determinados supuestos y, abolir también, las leyes que tímidamente protegen la investigación científica en este terreno. Si con este programa, ese partido ganara las elecciones, entonces estaría en condiciones de cambiar las leyes, mientras…
5.- En el quinto apartado, “La gravísima amenaza de la eutanasia”, se insiste en el tema que entiendo que se encuentra sin base en la que apoyarse: no hay debate social sobre la eutanasia. Sin embargo, cuando se habla de “la dignidad de la persona enferma”, es ahí donde se incide para respetar el deseo de cada cual, en la condiciones que se estimen pertinentes. Pero como “dignidad” no es un concepto biunívoco, entramos en el debate que entraría cualquier sociedad avanzada y respetuosa que se platee el tema de la eutanasia.
6.- En el último apartado, “Una acción decidida a favor de la vida”, vienen a pedir a sus fieles el voto para otro partido diferente al que ahora respalda al Gobierno de la nación. Afirman que “es cierto que la primera y más directa responsabilidad respecto de las leyes es de los políticos que las promueven, pero los ciudadanos tenemos la responsabilidad de no respaldar a quienes promueven leyes que atentan, de un modo u otro, contra el valor sagrado de la vida”.
Debatamos sobre esos ideales, sobre el respeto a la vida, sobre la dignidad, y sobre tantos otros asuntos que nos llevan a depositar nuestra confianza en un determinado representante político y no en otro. Debatamos sobre estos asuntos, que afectan directamente a nuestra calidad de vida, sin complejos, sin alejarnos del plano terrenal, sin querer dar lecciones sino exponiendo argumentos razonables, y respetemos la decisiones de las personas cuando van a votar. Si los debates fueras así, no haría falta que nos recordaran las “Orientaciones morales ante la situación actual de España”.
Más allá del escaso rigor del documento, como acabamos de demostrar, parece evidente que con él se continúa apostando por condicionar el debate político desde su propia óptica. Como nadie discute ese derecho, debemos asumir que todos/as tenemos derecho a expresar nuestros argumentos en todos los ámbitos, y a exigir que se promulguen y/o deroguen cuantas leyes o acuerdos estime la mayoría de esta sociedad que ya no procede mantener. De modo que un partido que gane las elecciones puede derogar las leyes que este documento menciona, con la misma autoridad que otro partido decida, en igualdad de condiciones, derogar o revisar otros documentos legales, como por ejemplo, el Concordato, la presencia de la asignatura de religión en la escuela pública, los acuerdos sobre conciertos educativos, etc., etc.
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