ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

24 octubre, 2006

LOS MALOS EJEMPLOS


Es evidente que uno de los mayores perjuicios que se le puede hacer al educando es el mal ejemplo, no en vano estamos a cada instante responsabilizando de los escasos resultados obtenidos a los medios de comunicación, a la publicidad, a las estrellas mediáticas o a la sociedad en general. Y como el sistema educativo no puede luchar contra toda esa “armada”, justificamos, no sólo nuestros fracasos, sino también la mala práctica educativa que a veces empleamos.
Es el estúpido razonamiento del fumador/a que se siente acorralado e intenta defenderse alegando que no hay porqué enfatizar tanto el daño que el tabaco genera a la salud de las personas, puesto que ya existe bastante contaminación en el ambiente. Así que, dejémosle fumar con tranquilidad, incluso en centros educativos, apartadito en un rincón del jardín o en la puerta de entrada al colegio, sin asumir que más importante que los daños causados a los fumadores pasivos es el mal ejemplo que dan al alumnado, incitándoles al consumo, y la pérdida de autoridad que ello supone.
El segundo mal ejemplo que estamos trasmitiendo es la forma tan individualista que tenemos de trabajar, mientras, a los chicos/as les estamos diciendo continuamente que trabajen en grupo, dentro y fuera del aula. No les resulta creíble que, viendo tanta descoordinación como suele haber en los equipos educativos y departamentos, donde hay quien no respeta los acuerdos y no le pasa nada, o incluso no hay acuerdos sino que cada cual hace lo que le parece mejor, la manera más eficaz de trabajar sea en equipo.
Y el profesorado no lo trasmite porque no lo siente, no lo vive, ve que muchos equipos directivos, y los que están en los servicios centrales de La Administración Educativa, se empeñan en anular la capacidad de trabajar en equipo con diversas estrategias (no convocar a los equipos, aplazar hasta olvidar, aburrir hasta desesperar, etc.), o se olvidan del trabajo en equipo e imponen sus decisiones, en lugar de explicarlas y consensuarlas como se le exige al alumnado.
El cuarto mal ejemplo es el elevado déficit democrático que hay en los centros educativos, y no hablemos de la escasa solidaridad que puedes encontrar. En esta línea podemos tropezar con dos estilos igualmente detestables: el totalmente personalista que con el tiempo ha conseguido anular las capacidades y competencias de la gran mayoría (incluso sus compañeros/as de equipo y órganos colegiados del centro), y el vago/acomplejado que actúa en el cargo desde el prejuicio de que los demás son como él y, por ello, se dedica a imponer toda una batería de medidas que bien sabe se pudieron tomar contra él, y con unas maneras que no admitiría si no fuera cargo directivo. Éste es el profesor difícil, que siempre llega tarde y ahora está obsesionado con el control y la puntualidad; quien con frecuencia tuvo problemas con sus alumnos/as y ahora desautoriza al profesorado frente al alumnado más disruptivo del instituto; el que siempre consiguió un elevado índice de suspensos y ahora pide explicaciones por ello, o presiona desde su cargo para que el profesorado apruebe más; que impone un ritmo estresante de trabajo pero cuando los problemas llegan a su mesa, allí mueren. Todo un modelo de mal ejemplo.
Consecuencia de todo ello es la falta de transparencia en la gestión del centro y la contaminación de las relaciones por el imperio de un clima de trabajo hostil e impropio de la institución docente. Ahora bien, cada vez que la situación sea propicia, se llenan la boca, sin rubor, predicando lo bien que van las cosas, los buenos resultados que se obtienen, lo que se esfuerzan por conseguir un modelo de trabajo basado en equipos eficientes y en un clima laboral que sea lo más agradable posible. Exactamente igual que cuando van al aula.