ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

16 noviembre, 2006

EL ESCLAVO OBLIGADO A SONREÍR


Estos días se celebra en la Audiencia Nacional el juicio contra quienes intentaron matar a Eduardo Madina Muñoz el 19 de febrero de 2002, el día en que unos activistas de ETA colocaron en su coche una bomba que le estalló mientras se dirigía a su trabajo.
Durante la celebración del juicio vemos la escenificación de los acusados, quienes lejos de mostrar preocupación por lo que les espera o arrepentimiento por lo hecho, se esfuerzan por mostrarse sonrientes y orgullosos de sus delitos, cuando no se muestran tan amenazantes como el más puro fascista.
La declaración de Madina ha sido estremecedora por varios motivos. En primer lugar, por el aplomo y serenidad personal con que la cuenta; luego, el relato que hizo de los hechos mismos y de las consecuencias que acarreó para su entorno, especialmente para su familia, hasta el punto que le costó la vida a su madre; y también por el mensaje de coraje personal y confianza en la Justicia que trasmitió.
Eduardo hizo ver al tribunal que "En mi casa se hizo de noche y una sombra de pena y de tristeza envolvió a mi familia", mientras el esclavo fascista seguía esforzándose por mostrarse sonriente. Esa oscuridad que ha invadido el entorno personal de Madina es un hecho muy lamentable, por lo que esperamos que los culpables sean sancionados conforme a las leyes, esperando que su testimonio ayude a impedir que las torturas a las que Eduardo Madina y su entorno han sido sometidos no se vuelvan a repetir nunca más.
Más allá de lo desgarrador de su relato, preocupa comprobar como para los fascistas también se hizo de noche mucho antes, en otro sentido, claro, pero se hizo de noche, noche sin luna, siquiera.
Los fascistas abertzales reclutan en sus “madrazas” a los jóvenes esclavos y los colocan de espaldas a la realidad, tal y como Platón ejemplificaba su Teoría del Conocimiento recurriendo al Mito de la Caverna. De modo que estos esclavos creen que su mundo, compuesto sólo de sombras, es el mundo real, el de la luz y el del conocimiento.
Como los esclavos de Platón, éstos también se muestran reacios a abandonar su mundo, hasta el extremo de torturar y matar para que los demás nos dejemos encadenar, como ellos han hecho, a ese oscuro mundo de sombras. De modo que también a ellos les deslumbra la luz de nuestros días, no soportan la luz del sol que facilita la buena vida, y por eso se muestran aturdidos, violentos, desafiantes, contradictorios, insensibles, obsesionados y despreciables.
Todo ello no hace más que poner de manifiesto, una vez más, que la solución al problema de la violencia y falta de libertad que ha azotado al País Vasco, y por extensión al resto de ciudadanos de este país, es muy complicada. Y pasa por liberar a estos torturadores de las cadenas que los mantienen de espaldas a la realidad; es decir, se hace necesario echar luz sobre la noche de los fascistas por medio de la reeducación y el diálogo, con ellos y su entorno, para que asciendan a la realidad del mundo que nos ha tocado vivir.
Evidentemente, sin que todo ello suponga un abandono de todas las medidas que el Estado democrático se ha dado para procurar impedir que los fascistas hagan lo que mejor saben, matar; y, también, sin que el diálogo y la reeducación supongan dejar de mantener que la Justicia continúe su labor.
En ese sentido, el testimonio y la actitud vital de Madina son todo un paradigma.