ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

13 noviembre, 2006

NO DEBE HABER TECHO


En este país continuamos asistiendo a un debate entorno al papel de la mujer en la sociedad y, más concretamente, en el ámbito laboral. Cuando ya es incuestionable que las alumnas, en la Educación Secundaria y en la Educación Universitaria, son mejores, en líneas generales, que los alumnos, resulta sangrante para el progreso de nuestra sociedad que todo este potencial se deje de explotar por cuestiones secundarias y nada tangibles.
Para intentar superar el hecho, el Gobierno aprobó la Ley de Igualdad entre Hombres y Mujeres que obliga, en determinadas circunstancias, a que en los consejos de administración de las empresas o en las listas electorales de los partidos políticos, por poner algunos ejemplos, exista una paridad entre hombres y mujeres, es decir, que el número de personas de cada sexo no sea superior al 60% ni inferior al 40%.
Algunas de las medidas que la Ley recoge han sido cuestionadas por determinados sectores sociales, cuyos argumentos se concretan en que es una intromisión del poder ejecutivo en el ámbito privado de la empresa, o que quienes lleguen a determinados puestos lo deben hacer por su valía y no por cuotas.
Todo lo argumentado es insostenible, puesto que todas las administraciones ponen en práctica medidas de discriminación positiva para procurar corregir situaciones de manifiesta injusticia social que se siguen dando, aplicables a diferentes sectores sociales que no quiero citar. Todas esas medidas se han visto siempre como muy positivas para ayudar a reducir los desequilibrios e injusticias que históricamente se pueden dar. Pero es más, en la alta política hay ahora mismo un asunto que centra su atención en este tema. Como sabemos, Turquía pretende entrar en la CEE, pero de momento lo tiene un poco complicado, entre otras cosas, porque debe modificar sustancialmente su legislación para que mejore el papel y trato que se da a la mujer turca. De modo que todo parece indicar que, desde distintos ámbitos, sociales, nacionales e internacionales, ése es el camino que en este momento hay que recorrer.
La situación que se vive ahora se conoce como “El techo de cristal”, denominando así a una superficie superior invisible en la carrera laboral de las mujeres, difícil de traspasar, que les impide ascender. Su carácter invisible se da porque no existen leyes, ni dispositivos sociales establecidos, ni códigos observables, que impongan a las mujeres semejante limitación, sino que está construido sobre la base de otros rasgos que por su invisibilidad son difíciles de detectar. Esta dificultan también se suele conocer como “suelo pegajoso”, porque agrupa a las fuerzas que mantienen a tantas mujeres atrapadas en la base de la pirámide económica.
Además de leyes, la sociedad que quiera mejorar debe avanzar en este camino apostando por una educación que impida la gestación de esta idea de “techo de cristal” desde los primeros años de la infancia, que llega a adquirir una dimensión más relevante partir de la adolescencia. Es desde esos momentos en los que hay que acabar con algunos de los estereotipos que configuran el “techo de cristal”, cuyas formulaciones pueden: “las mujeres temen ocupar posiciones de poder”, “a las mujeres no les interesa ocupar puestos de responsabilidad”, “las mujeres no pueden afrontar situaciones difíciles que requieran autoridad y poder”, etc., etc.; lo que las convierte de antemano en personas no elegibles.
De modo que, con independencia de que se sea hombre o mujer, la sociedad avanza y mejora si se consigue que todos sus miembros aporten todo aquello de lo que son capaces; y es más eficaz y competitiva si deja de tirar por la borda todo el potencial que la mujer tiene y a lo que le dedicamos, como sociedad, muchos recursos, educando y formando, en igualdad de condiciones, a niños y niñas.