INFUMABLES ACTIVOS
La Comunidad de Madrid ha aprobado un Decreto de aplicación de la Ley del Tabaco que tolera fumar en las cafeterías de las empresas, además de en los reservados de los restaurantes cuando haya celebraciones privadas o actos institucionales. Está Comunidad continúa en línea trazada por Castilla y León y la Comunidad Valenciana, ambas gobernadas también por el Partido Popular, lo que evidencia una estrategia marcada por el partido a nivel nacional.
Doña Esperanza, que atribuye su enorme vitalidad a los buenos desayunos que se prepara cada mañana, en los que siempre incluye zumo natural de naranja, prefiere seguir apostando por el negocio del tabaco en todas sus facetas y por buscarle las cosquillas al gobierno central, antes que apostar por el sentido común y por la buena salud de la población.
Puestas así la cosas, creo que el decreto debería permitir fumar en los centros educativos, porque si se permite en celebraciones donde hay niños, si no se muestra una actitud clara para que no se fume delante de ellos aunque sea en el ámbito familiar, si como consecuencia de esto, y de mucho más, los menores se hacen adictos al consumo del tabaco, y sienten la necesidad de fumar durante las seis horas que están en un centro educativo, luego no pretenderán que sea el profesorado el que luche y hostigue estas prácticas en los colegios e institutos, persiguiendo al alumnado por los patios y baños, encarándose con ellos y añadiendo una variable más a toda la tensión que ya existe en los centros. ¿Por qué motivo hay que ser tolerante con una persona mayor que es adicta a la nicotina, teniendo que facilitarle espacios adecuados para su consumo, y no somos tolerantes con el alumnado también adicto (mayor o menor de edad) ¿O quizá deberíamos permitir a los chicos/as salir del aula, cada uno/a cuando sienta la necesidad de fumarse sus dosis de nicotina, para que vaya a la calle a hacerlo? ¿O no sería necesario que fuera a la calle, sino que se le permitiera en la propia cafetería del centro?
Bien, alguien puede argumentar, al margen del sentido común, que estas tres comunidades tienen competencias para desarrollar la Ley de Tabaco, y por tanto lo pueden hacer conforme al espíritu que la misma tiene o con estas otras derivaciones. Y si alguien pensara así, tienen razón; salvo que prosperen los recursos que el Ministerio de Sanidad les ha presentado, insisto, al margen del sentido común y de los buenos hábitos ciudadanos.
Pero quien se agarra a esta competencia, luego que no se rasgue las vestiduras cuando otra Comunidad, también en el ámbito de sus competencias, pretende desarrollar unos currículos en materias como Historia de España que no son concordantes con los que desarrollaría estos gobiernos autónomos para sus comunidades. Y sin embargo, cuando eso pasó se insistió muchísimo en que el gobierno central debe “obligar” a todas las comunidades a impartir unos currículos comunes para todo el alumnado del estado en esta materia, porque se corre el riesgo de tergiversar los acontecimientos históricos y porque el exceso de localismo impide que afloren conciencias nacionales.
Así es, tanta falta con conciencia es inaguantable e incompatible con imágenes y cargos públicos.
Doña Esperanza, que atribuye su enorme vitalidad a los buenos desayunos que se prepara cada mañana, en los que siempre incluye zumo natural de naranja, prefiere seguir apostando por el negocio del tabaco en todas sus facetas y por buscarle las cosquillas al gobierno central, antes que apostar por el sentido común y por la buena salud de la población.
Puestas así la cosas, creo que el decreto debería permitir fumar en los centros educativos, porque si se permite en celebraciones donde hay niños, si no se muestra una actitud clara para que no se fume delante de ellos aunque sea en el ámbito familiar, si como consecuencia de esto, y de mucho más, los menores se hacen adictos al consumo del tabaco, y sienten la necesidad de fumar durante las seis horas que están en un centro educativo, luego no pretenderán que sea el profesorado el que luche y hostigue estas prácticas en los colegios e institutos, persiguiendo al alumnado por los patios y baños, encarándose con ellos y añadiendo una variable más a toda la tensión que ya existe en los centros. ¿Por qué motivo hay que ser tolerante con una persona mayor que es adicta a la nicotina, teniendo que facilitarle espacios adecuados para su consumo, y no somos tolerantes con el alumnado también adicto (mayor o menor de edad) ¿O quizá deberíamos permitir a los chicos/as salir del aula, cada uno/a cuando sienta la necesidad de fumarse sus dosis de nicotina, para que vaya a la calle a hacerlo? ¿O no sería necesario que fuera a la calle, sino que se le permitiera en la propia cafetería del centro?
Bien, alguien puede argumentar, al margen del sentido común, que estas tres comunidades tienen competencias para desarrollar la Ley de Tabaco, y por tanto lo pueden hacer conforme al espíritu que la misma tiene o con estas otras derivaciones. Y si alguien pensara así, tienen razón; salvo que prosperen los recursos que el Ministerio de Sanidad les ha presentado, insisto, al margen del sentido común y de los buenos hábitos ciudadanos.
Pero quien se agarra a esta competencia, luego que no se rasgue las vestiduras cuando otra Comunidad, también en el ámbito de sus competencias, pretende desarrollar unos currículos en materias como Historia de España que no son concordantes con los que desarrollaría estos gobiernos autónomos para sus comunidades. Y sin embargo, cuando eso pasó se insistió muchísimo en que el gobierno central debe “obligar” a todas las comunidades a impartir unos currículos comunes para todo el alumnado del estado en esta materia, porque se corre el riesgo de tergiversar los acontecimientos históricos y porque el exceso de localismo impide que afloren conciencias nacionales.
Así es, tanta falta con conciencia es inaguantable e incompatible con imágenes y cargos públicos.
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