ZONA DE TRANSGRESIÓN

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17 enero, 2007

EL PRECIO POLÍTICO



Una de las máximas que siempre ha existido en la lucha contra el terrorismo es que los violentos nunca obtendrán precio político por matar, ni por dejar de matar. Y eso lo deben tener claro ya, todos. Sin embargo, parece que se hace necesario recordar que esta idea que parece tenerla clara, incluso, mucha gente del entorno de los violentos, parece que no está clara en el entorno del Partido Popular.
Así, durante demasiados meses los hemos oído hablar del precio político que el Presidente les había pagado, o pagaría, a los violentos para que dejen de serlo. Y cuando las evidencias demuestran que todas estas extravagancias dialécticas, más propias de barra de taberna que de políticos y contertulianos de los medios, no tienen otro fundamento que deteriorar la labor del Gobierno, entonces balbucean algunas cosas que han pasado, con las que pretenden justificar la barbaridad de que se ha pagado precio político.
De todos modos, sí está claro que el único que está cobrando precio político por el atentado es el Partido Popular. Hay que ser realmente lo que son para decir que al Presidente le han puesto una bomba los terroristas. Por ello, quien pretende obtener precio político con la acción terrorista, aunque de manera indirecta, es el Partido Popular.
Estos caballeros, que se jactan diciendo que jamás admitirían, en cualquier institución, los votos de un tránsfuga o de un corrupto (no, no estoy pensando en que esos votos pudieran llegar de sus propios compañeros de partido), luego no tienen escrúpulos a la hora de obtener votos como consecuencia de la acción de los terroristas. Si mentir, prevaricar, atacar personalmente al contrario, etc., es despreciable en la acción política, entonces obtener ventaja electoral porque los terroristas maten es realmente rechazable de plano, y descalifica de por vida a quienes lo están haciendo.
Por todo ello, es alarmante y contradictorio que el Partido Popular, que ha gobernado, que aspira a gobernar, que ha sufrido la acción de los terroristas, en cuyas legislaturas ha habido, por desgracia, muchas víctimas causadas por la acción de los terroristas, esté pasando por caja, rápidamente, para cobrar el precio político que la bomba de Barajas y su acción de desgaste permanente al Gobierno, durante toda la legislatura, se supone que le reportarán.
En cualquier caso, dejando ya lo obvio, el Sr. Rajoy ha estado haciendo durante toda esta legislatura una inversión de alto riesgo, con la que parece que ha obtenido beneficio político a corto plazo, pero que, al mismo tiempo, será su condena definitiva.
Tal y como están las cosas, el Partido Popular tiene dos opciones claras: o accede a pactar la política antiterrorista con el Gobierno, o continúa su deriva radical para situarse, una vez más, muy a la derecha política. De momento está optando por esta segunda vía, por eso ha vuelto a ser jaleado el líder por los contertulios más radicales y por los analistas más descarados.
Si se mantiene ahí, ya sabe el Partido Popular que perderá demasiados votos moderados que no admiten que en una situación como ésta, en la que se juega la vida de las personas, no apoye al Gobierno y encima quiera sacar precio político por ello. Y sabe también que son esos votos los que le podrían acercar a La Moncloa, por lo que si los pierde, adiós a la carrera política de los actuales dirigentes. De momento, las primeras encuestas lo dan como claro perdedor.
Si, por el contrario, accede al pacto que le propone el Presidente, entonces volverá a tener en su contra al sector más extremo del propio partido y de los medios y analistas que ahora lo jalean. Además, fortalecerá inmediatamente la figura del Presidente.
Si a todo ello se le unieran dos posibilidades más: que no hubiera más atentados y algún éxito policial en la lucha contra en terrorismo, entonces el Sr. Rajoy y sus más próximos colaboradores (¿instigadores?) pueden ir pensando en acogerse a un buen plan de jubilación política anticipada. Así, el beneficio político que ahora han obtenido con esta forma de hacer oposición y, sobre todo, con los muertos, sólo les alcanzará para pagar los gastos de su propia sepultura política.