ZONA DE TRANSGRESIÓN

Un espacio en el que opinar con total libertad, en ocasiones con cierta ironía, pero con respeto.

20 enero, 2007

MACABRAS COINCIDENCIAS

El Tribunal Supremo, después de muchos meses de deliberación, ha sentenciado que las organizaciones juveniles Jarrai, Haika y Segi forman parte del entramado de la banda terrorista ETA, y por tanto se les debe considerar también como organizaciones terroristas. Por ello, veintitrés de sus miembros, que fueron condenadas por la Audiencia Nacional por pertenecer a organizaciones ilícitas, deben volver a prisión hasta cumplir la sentencia que les condena ahora por pertenecer a organización terrorista.
Las reacciones han sido inmediatas. El entorno de Batasuna, en su línea, considera que la sentencia es política y una especie de venganza del Gobierno del Sr. Rodríguez Zapatero, mientas que el Sr. Rajoy cree que es la mejor noticia del año y que esa es la forma de acabar con el terrorismo, acorralando a sus miembros policial y judicialmente. Parece que la valoración del Sr. Rajoy debe ser considerada como muy ajustada a su situación personal, porque con la racha que lleva, ésta seguro que es su mejor noticia en mucho tiempo.



Sin embargo, cuando las decisiones judiciales van en otro sentido, la valoración es radicalmente opuesta. Así, todos vimos la primera reacción del alcalde de Alhaurín el Grande cuando fue detenido por la policía, y comenté que su reacción, vociferando, se asemejaba en la forma, y sólo en la forma, a las reacciones de los detenidos por estar acusados de pertenecer a la banda terrorista.Pero por si eso fuera poco, el alcalde fue puesto en libertad condicional después de depositar una fianza de 100.000 euros, que le recaudó el pueblo (¿?), y al salir, desde que vio los micrófonos, se despachó a gusto. Dijo el Sr. Martín Serón que "esta es la república bananera de Zapatero, la pseudorepública bananera de Zapatero. Las personas honradas en la cárcel, y la ETA en la calle".



Semejantes barbaridades las esperamos de de los violentos que no quieren aceptar el funcionamiento del Estado de Derecho y la independencia de los tres poderes, pero que las tengamos que oír de respetables “liberales” es absolutamente rechazable. Estas macabras coincidencias son inquietantes, porque ya sabemos en qué lado del espectro político están los de Batasuna, pero nos negamos a admitir que el Partido Popular esté…, salvo que su líder explique en una comparecencia pública estas declaraciones.
El Sr. Rajoy insinuó el otro día que habría que modificar la legislación para exigir algo más que ser español y mayor de dieciocho años a quien quisiera ser Presidente de la Nación. Sin embargo, va a resultar que hay que modificar otras muchas cosas, y quizá antes que aquella. Habrá que modificar listas de afiliados, salvo que no piense expulsar a los corruptos, habrá que modificar listas electorales, porque no pensará presentar a corruptos a las próximas elecciones, habrá que ganarse la credibilidad personal para aspirar a gobernar, porque no pensará que ésta es obtiene sólo diciéndole al adversario que no tiene credibilidad mientras el partido del que es presidente se muestra como un auténtico desgobierno (Sr. Zaplana/Sr. Camps, Sr. Gallardón/Sra. Aguirre, Señores concejales de Telde, Andratx, etc., etc., etc.).
La sociedad sabe distinguir bien lo real de lo imaginario, el deseo de la realidad, y difícilmente aceptará la imagen del líder del Partido Popular como la de un hombre de Estado, capaz de imponer su criterio y su autoridad, mientras no sea capaz de dar muestras de ello. Para ser considerado hombre de Estado, más que de partido, tiene que cambiar su estrategia política en materia antiterrorista, y para atribuirle cierta autoridad debe poner orden en el Partido Popular.
El Sr. Rajoy sabe que no puede esperar más, pero todo indica que ha decidido dormitar antes de enterarse de que en el Partido Popular ya llegó la sangre al río. Y el ejemplo de Alhaurín es esclarecedor, el Alcalde había estado en un acto con el Sr. Rajoy el mismo día que lo detuvieron, sentado en la misma mesa.
Como para fiarse de su percepción, firmeza, coherencia, etc.